El pasado 3 de junio, desde Nueva York, por motivo del 78° período de sesiones de la Asamblea General de Naciones Unidas (ONU), el presidente Bernardo Arévalo pronunció su primer discurso como mandatario ante dicho organismo. Pasando por alto los ligeros, aunque perceptibles errores de pronunciación en algunas palabras, que de seguro habrán de ser comidilla para las derechas malas e incompletas de nuestro país, su discurso ha sido lo que yo denomino: una forma elegante de reivindicar lo inmoral y lo incorrecto.
Si se entiende que el estatismo global que emana de cada órgano de Naciones Unidas, denominado en nuestros días como «globalismo» es en síntesis la vulneración de la soberanía de nuestros países y por consecuencia la usurpación de poderes, funciones y recursos de los gobiernos sobre los ciudadanos a nivel global, el título del presente artículo viene como anillo al dedo, porque, ¿qué más inmoral e incorrecto puede haber que ese robo triple estructurado a través de las agendas que promueve la ONU?
Agendas con objetivos, que nuestros mal llamados políticos, terminan aceptando y transformando en leyes nacionales. El reivindicar dicha usurpación a través de un discurso como presidente enviste de elegancia, algo que es lamentable, pero predecible de un gobernante de izquierda.
En el discurso del presidente, se señalaron varios temas interesantes, entre ellos: la necesidad de la cooperación internacional para mejoras en nuestra economía; pero no se habló de libre mercado, se habló de libertades para los ciudadanos en Guatemala; no se habló de limitar al gobierno a sus funciones propias y naturales de seguridad, justicia y obras públicas de infraestructura, todo lo contrario. Se señaló la necesidad de fortalecer a Naciones Unidas y la dinámica perversa que hasta entonces ha mantenido dicha entidad sobre la mayoría de los países.
Contradicción tras contradicción, en el discurso de Arévalo sobra estatismo global, y los grandes temas ausentes fueron la seguridad, la justicia real y las verdaderas libertades que los ciudadanos guatemaltecos anhelamos y que solo pueden venir de un sistema capitalista.
Decir que el presidente Arévalo corregirá su postura ante temas como la Agenda 2030, el multilateralismo estatista, el encasillamiento que tiene con el eterno tema de la corrupción o su afinidad porque sea la ONU quien norme la actividad política de los ciudadanos guatemaltecos, es irrisorio. Nada en su discurso cambiará, como buen socialista progresista está más que cómodo con el sistema de Naciones Unidas y sus fatídicas consecuencias.
Por eso es menester que los liberales clásicos señalemos lo perverso, lo inmoral e incorrecto de sus posturas y nos adentremos en la acción política profesional para corregirlas y traer así verdaderas libertades y prosperidad para nuestros países.